Esa es la gran incertidumbre. Nadie sabe lo que va a ocurrir ni como va a evolucionar la pandemia del Coronavirus. Tampoco en qué territorios ni si acabará en con la llegada del calor o no. Por eso las organizaciones de eventos ciclistas y cicloturistas están sobre un terreno pantanoso y que cambia a cada momento, con lo que tomar decisiones a corto e incluso a largo plazo son más complicadas de lo que parece.
Las clásicas de marzo y abril
Los primeros que se vieron afectados fueron los organizadores de la temporada de las clásicas del mes de marzo y abril. Se pudo disputar la Omloop y la Kuurne, ambas en Bélgica, y el GP Monsere. Pero la temporada italiana, que debía arrancar con la Strade Bianche y la GF Strade Bianche, se cortó a tres días de empezar. El miércoles 4 de marzo se cancelaba la prueba cicloturista hasta nueva fecha y el jueves la carrera profesional con idéntico panorama. Italia era el país europeo más afectado por la crisis. En los días posteriores, Tirreno Adriático y Milan Sanremo también dejaban sin disputarse y, aún, sin fecha de celebración.
RCS todavía mantiene las dudas del Giro en mayo, descartada ya la salida en Hungría, y los problemas para acomodar las carreras en los meses de septiembre y octubre. No solo por lo apretado del calendario, sino por la ola de cancelaciones que le siguieron.
Con la propagación del virus por toda Europa se fueron cancelado el resto de los grandes carreras de un día. Tour de Flandes, París-Roubaix, Amstel Gold Race y Lieja Bastogne Lieja. Todas con su prueba cicloturista correspondiente y en cada uno de los fines de semana de abril. Al igual que Strade, siguen buscando fecha en el calendario.
Pendientes del Tour
Aunque hay muchas carreras que tienen su importancia, el gran totem del ciclismo, deportiva y económicamente, es el Tour de Francia, y su decisión marcará el camino para el resto. Para 2020 se había adelantado una semana por los Juegos Olímpicos y esa es una baza que puede jugar, toda vez que la cita de Japón ya se ha retrasado hasta 2021.
La gran ventaja del Tour es que se disputa en junio y julio, cuando en teoría la pandemia tiene que haber remitido por el efecto de las medidas que se están tomando y por el calor. También, que su gran fuente de ingresos no son las entradas, como otros deportes, sino los derechos de televisión, los patrocinadores y las ciudades que son salida y meta. Por eso se puede plantear un Tour a puerta cerrada, como ya hizo con París Niza. Una hipótesis que por ahora no es descabellada y que estaba en la mesa de la organización, como reconoció la ministra francesa de deportes.
En su contra está la procedencia de todo un pelotón ciclista que llega de todas las partes del globo. No solo ciclistas, sino auxiliares, mecánicos, jueces… y la doble velocidad que está siguiendo la pandemia, que se manifiesta en cada región del planeta con fecha diferente.
Las cicloturistas
Para los organizadores de marchas y eventos cicloturistas, la mayoría masivos, la situación es similar a la de las marchas relacionadas con carreras profesionales. Lo único que para su celebración no dependen del calendario UCI, sino de ponerse de acuerdo con las autoridades de cada región y obtener los permisos y la viabilidad necesaria para cambiarlas de fecha.
Evidentemente las que se tenían que celebrar en marzo, abril y mayo en Europa están siendo modificadas. Algunas de ellas canceladas hasta 2021, y otras han cambiado su fecha a los meses de agosto, septiembre y octubre con la esperanza de que cambie la situación. Ejemplos, desde los 10.000 del Soplao a La Rioja Bike Race, por poner algunos.
La gran duda, al igual que el Tour de Francia, viene con los eventos masivos de verano. Quebrantahuesos, Marmotte Alpes y Maratona de los Dolomitas congregan desde el 20 de junio al 5 de julio a más de 20.000 ciclistas de todas las partes del planeta en sus carreteras. En su favor tienen el tiempo, ya que todavía faltan tres meses, en su contra, la cantidad de gente que son capaces de reunir y la procedencia de los mismos, que es mundial.