Y qué es eso de ‘jugar a ciclistas’. La explicación es bien sencilla. Durante toda una temporada estás sentado delante del televisor viendo etapas de alta montaña del Tour, del Giro, de La Vuelta… Te da envidia sana de poder rodar por esos parajes, tener la carretera cortada y poder dar el máximo de esfuerzo y comprobar hasta donde puedes llegar. Jugar con el cansancio y con el entrenamiento de meses atrás. Tomar decisiones sobre cuando apretar o guardar fuerzas. Elegir si puedes seguir una rueda o te conviene para a beber. Prever en qué avituallamientos vas a parar y en cuales no. Decidir la cantidad de ropa que llevarás encima. Medir tus vatios y ver la evolución con respecto a años anteriores.
Esto se llama ciclismo. Y para los ‘frikis’ que nos gusta verlo por la tele supone una oportunidad única, porque es de los pocos eventos ciclistas en que está el tráfico cerrado y hay seguridad para ir rápido. Pero es que además hay ‘idolos’ en el mismo pelotón que tú. Indurain, Beloki, Contador, Pereiro y Zubeldia en este 2019. Al nivel de jugar en el Bernabéu con Butragueño, Zidane, Figo y Fernando Hierro, por poner un ejemplo.
Por todo esto, por la cantidad de ciclistas que mueve y emociona y por la Feria que se organiza el día anterior, con casi todas las marcas del sector ciclista representadas, la QH se ha convertido en el Tour de los Cicloturistas. La Reina de las Marchas en España.
En mi QH de 2019 también me permití jugar a ciclistas. Lo primero llegar con tiempo a Sabiñánigo para pedalear suave los días de antes. Todos con mis clientes en Ciclored.com. 40 kilómetros para soltar piernas y coger sensaciones.Y comer bien en el Hotel El Churrón, nuestra referencia allí.
Para la QH hay que madrugar. La salida es a las 07.15 así que como mínimo hay que estar dos horas antes desayunando. La ventaja es que para organizar a los 8.500 ciclistas de QH y 3.000 de Treparriscos hay salida por cajones, en los que se premia los mejores cronos de años anteriores.
En mi caso salía en el segundo cajón, lo que supone estar entre el puesto 150 y 500, más o menos. Asi que desde el chupinazo solo había pasado un minuto hasta que pasé por el chip de la línea de salida. En este 2019 pegaba viento de cara de salida y no había nadie dispuesto a tirar del carro. Consecuencias. En los kilómetros planos hasta Jaca se podía rodar en el pelotón sin forzar demasiado a costa de tener que estar atento a los enganchones, que los hubo. La clave era dejar un hueco entre tu rueda delantera y la trasera del que te precedía. Lástima que eso no lo entiendan muchos.
Sin huecos, era casi imposible pasar a la parte delantera del pelotón para intentar una fuga (y salir en la foto). Hasta mediado Somport se iba ‘casi cómodo’ en el pelotón. Sin tener que tirar de vatios extra. Regulando. El asunto se empezó a estirar a la salida de Canfranc. Curva a la derecha y todos a fila de a uno. Primera decisión. Calentón para intentar meterse en el grupo de cabeza… o regular fuerzas para pillar en la bajada.
Pues con viento de cara. A regular y no sufrir demasiado, que en Portalet se puede acabar pagando. Por la cima de Somport tocaba abrigarse (maillot y manguitos) y tirar para abajo con precaución. Con la cantidad de ciclistas y el viento pegando de cara no iba a ser complicado coger grupetta en la zona de transición hasta Marie Blanque.
Esa es una de las claves. No gastar demasiado en las transiciones entre puerto y puerto. En un grupetta grande se pasa al relevo, pero menos, y da tiempo a comer y beber. Un gel y una barrita antes de Marie Blanque. Es más, se rueda tanto que en los primeros kilómetros de subida ya vemos al grupo de cabeza.
Pero el Marie Blanque también es para regular. Sus cuatro kilómetros finales son siempre al 11% y sin descanso. Viene bien tener el potenciómetro y conocer la subida. Mi limite, no pasar de 300 vatios para no pagarlo después. En la bajada y el llano desde Bielle a Laruns, la misma táctica que en el anterior. Grupetta y a comer y beber, que si no el Portalet se acaba haciendo muy largo.
Lo malo de ese tramo es darte cuenta que todo el viento de cara que pegaba antes se ha girado y que de nuevo te va a volver a dar de morros durante todo el Portalet. Sus 28 kilómetros ya se hacen eternos de por sí, pero con viento de cara, aún más. Aquí la clave es no quedarte nunca solo, porque eso supondría tener que consumir vatios de más para ir a una velocidad de crucero.
La teoría es sencilla, si llevas todo contigo. Pero si a 10 kilómetros de coronar no llevas ni gota de agua en los bidones, pues debes de decir adiós a esa grupeta maravillosa con la que ibas rodando y emplearte a fondo en lo que queda por delante. Así pasó. Dos bidones de agua en el avituallamiento a cambio de ocho kilómetros de sufrimiento contra el aire. Es cierto que siempre con algún aliado, pero sin la protección que da un grupo grande. Y lo peor, que en la lejanía vas viendo como el grupo se marcha poco a poco y no puedes hacer nada. Un cambio de ritmo extra solo empeoraría las cosas.
En la cima de Portalet se acaba el sufrimiento. Aunque en este 2019 también había que dar pedales cuesta abajo. El viento, ya saben. Vamos, casi que se agradecía meterse en el bosque del Pueyo y subir la empinada Hoz de Jaca, con un kilómetro al 11%, para salvar el viento.
Al paso por el pantano toca mirar a la grupeta y medir las fuerzas. Queda un repecho de 400 metros que da paso a la carretera que desciende a Biescas y en ese momento hay que tener vatios para aguantar al grupo. Lo demás será descenso y llaneo en los que siempre, aunque pases al relevo, se puede recuperar.
El repecho de Cartinara deja paso a la última recta camino de Sabiñánigo. Allí, como si de una etapa del Tour se tratase, hay público rodeando la línea de meta. Llegan las emociones, los sprints y alguna lágrima de los que han puesto todo su empeño en estar ahí un año más. El cansancio siempre deja tiempo para preguntar, y ¿en 2020, en qué fecha cae la QH?