Afrontémoslo, el robo de bicis es una epidemia. Cientos de bicis desaparecen cada día, dejando a sus propietarios desconsolados, desconcertados y sin la capacidad de moverse. Tras nuestro polémico experimento de hace 2 años, el llamado Campeonato Europeo de Robo de Bicicletas, es hora de llegar al fondo del asunto y averiguar cuanta habilidad se requiere para ser un ladrón de bicicletas, mientras observamos la reacción de los transeúntes al presenciar un robo en vivo y en directo.
La verdad sea dicha,el panorama es desolador. Si cualquier persona sin entrenamiento puede llevarse una bici en menos de 30 segundos, a los profesionales no les cuesta nada. Parte del problema es que, a pesar del aumento de la vigilancia, esto ladrones se van casi siempre de rositas. Esto termina por tener un impacto negativo en este reconocido y sostenible medio de transporte.
Y a pesar de toda la evidencia, muchos ciclistas piensan que están seguros. Cierto es que la libertad de rodar felizmente sobre dos ruedas puede ser suficiente para dar optimismo a cualquiera, pero las estadísticas hablan por sí solas. Nunca te va a ocurrir ¿verdad? Nunca tan rápido y, por supuesto, nunca a la luz del día. Bueno, tu optimismo y esperanza son apreciados, pero quizá sea hora de que te hagas a la idea.
Las imágenes de Barcelona confirman que, al parecer, dejar tu bicicleta en una área de mucho tráfico no parece afectar demasiado a su seguridad. Entonces ¿qué pasa con la falsa seguridad de estar rodeado de transeúntes? O dicho de otro modo, ¿qué pasa con el fenómeno psicológico que parece sugerir que somos menos propensos a intervenir o buscar ayuda cuando estamos rodeados de gente?
Bueno, los estudios muestran que no es porque seamos una panda de apáticos sinvergüenzas, es simplemente que la vida en la ciudad puede ser abrumadora. Aunque es verdad que en la mayoría de casos no hay enfrentamientos con los ladrones, hay algunas excepciones a esa regla. Conseguimos capturar la intervención de una persona durante el Lock Challenge que puede ser vista al principio del vídeo. En cualquier caso, parece que tuvimos suerte desde el punto de vista estadístico, porque es un hecho verdaderamente raro.
La primera razón es que simplemente no nos damos cuenta de lo que sucede. En la ciudad nos vemos sometidos a tantos estímulos que nos vemos forzados a filtrarlos. E incluso si nos damos cuenta, la situación es tan ambigua que es activamente ignorada. Percibimos que el robo es tan obvio que debe tener una explicación inocente. Y por último está el miedo, está claro que alguien debe hacer algo Pero ¿quién quiere meterse con alguien que lleva una sierra en la mano?
Como podemos ver en Barcelona, una ciudad en plena revolución sobre dos ruedas, los transeúntes dudaron a la hora de intervenir. Y curiosamente aquí tratamos con una urbe que ha sido muy permeable a la corriente ciclista del siglo 21, incorporándola paso a paso a su tejido urbano. Con una creciente infraestructura ciclista de carriles bici integrados, aparcamientos de bici, velocidad reducida y un servicio de alquiler de bicis municipal, Barcelona está dejando atrás a otras ciudades para convertirse en una verdadera inspiración para la cultura ciclista.
Pero la amenaza continúa y, en estas y en otras áreas urbanas, la densidad tiene un gran impacto en la neglicencia de los peatones. Experimentan una sobrecarga de estímulos, de modo que se enfrentan a la mayoría de situaciones con incerteza. Uno puede percibir una situación como un posible robo de bicicleta, pero se vuelve más difícil porque hay mucha más gente alrededor, todos representan una ayuda potencial, pero nadie actúa. Eso nos dice algo.
Huelga decir que los ladrones de bicicletas no deben tenerlo fácil. Pero hasta que las ciudades se equipen adecuadamente para atraparlos, los ciclistas deben plantearse qué papel van a interpretar a la hora de desincentivar ese comportamiento. ¿Tu mejor línea de defensa? Un sistema de candados super sólido. Invierte en una U, un candado plegable y dales motivos a esos ladrones para mirar hacia otro lado.