La película de 1976 titulada “A Sunday in Hell” (Un domingo en el infierno) empieza tranquilamente con un mecánico que prepara una bicicleta para la clásica Paris-Roubaix. Limpia la cadena y el cuadro con el mismo cepillo de fibra Tampico. Las propiedades únicas de Tampico solo son conocidas por el sanctasanctórum de los mecánicos de bicis; a diferencia de los cepillos de nailon, las cerdas de los Tampico tienen una propiedad mágica que evita que la grasa se disperse. Atención al aire de solemnidad. El mecánico está llevando a cabo los últimos rituales. Sabe que antes de que acabe el día, tanto el ciclista como la bicicleta pueden quedar enterrados bajo el esfuerzo inhumano que requiere la Paris-
Roubaix.
Un inicio nefasto
La Paris-Roubaix cae en desgracia en 1986, el año de su debut. La Iglesia católica reprende a los organizadores por correr en Domingo de Pascua, y solo la mitad de los ciclistas se presentan a la línea de salida. Que los curas distribuyan panfletos parece algo peligrosamente cercano a estar maldito y los ciclistas son un gremio supersticioso.
Una carretera irregular
La Paris-Roubaix es la carrera más famosa de las Clásicas de Primavera y presenta grandes secciones adoquinadas. Los fans del ciclismo cogen estos adoquines como trofeos, sin tener para nada en cuenta la seguridad de sus héroes. Incluso cuando los reponen, el resultado es una superficie de la carretera tan impredecible que los neumáticos de las bicis vuelan por encima de ellos al mínimo contacto. Si bajas la presión de los neumáticos, quizá tengas problemas más adelante.
Ríos de sangre
Las cifras de la seguridad en la Paris-Roubaix no son buenas. El ciclista francés Philippe Gaumont se cayó de la bici cuando encabezaba el pelotón en 2001 y describió al mundo el dramático efecto que un fémur expuesto y roto tuvo en su cuerpo (cuando su corazón latía a 180 pulsaciones por minuto). “Lo que pasé, solo lo sé yo”, declararía Gaumont. Tristemente, murió en 2013 a la edad de 40 años. Muchos ciclistas estarían orgullosos de tener ese epitafio en su lápida.
Preparaos
“La ruta no es responsable de tus problemas. Solo eres tú y tú”, gritó el dos veces ganador y loco ciclista Marc Madiot. Puedes correr por tantas calles adoquinadas como quieras y, si tienes suerte, lloverá, de modo que los adoquines resbalarán y serán muy peligrosos. Pero ni el homenaje de Rapha “Hell of the North” a la Paris-Roubaix puede emular el ser bautizado en el caos del pelotón ProTour. “Una Paris-Roubaix sin lluvia no es una auténtica Paris-Roubaix”, susurraba el dos veces ganador Sean Kelly.
No hay ganadores, solo supervivientes
“La Paris-Roubaix es una mierda”, farfulló el cinco veces ganador del Tour de Francia, Bernard Hinault. Esta famosa referencia a los excrementos de vaca salió de los labios de Hinault después de su victoria en 1981. Hinault se cayó de la bici siete veces cuando conquistó la clásica. Una de estas veces fue gracias a Gruson, un perrito negro cuya mente corría lejos de la carrera tras unas recompensas.
A toda mecha
Hinault ganó cinco veces el Tour, una competición que supone recorrer centenares de kilómetros al día durante semanas. También implica subir montañas, para ayudar a crear distancias. Después de su tercera Paris-Roubaix, Hinault se negó a someterse a ese calvario nunca más. Ganar el Tour de Francia es algo divino, pero ganar la Paris-Roubaix te lleva al infierno y de vuelta.